El Faro de Melilla
CRÓNICADEUNDÍACUALQUIERACRUZANDO A PIE LA FRONTERA DE BENI ENZAR
Cuando uno llega a la frontera de Beni Enzar y pretende pasar a Marruecos por la parte peatonal, no suele haber esperando mucha gente. A veces, de hecho, con suerte, no hay nadie y entras al puesto fronterizo español, donde están la Guardia Civil y la Policía Nacional. Se está tan fresquito, con el aire acondicionado puesto, que entran ganas de quedarse ahí todo el día. Sin embargo, hay que continuar. Sellas el pasaporte y entras en la llamada ‘tierra de nadie’, que, en realidad, se ha apropiado Marruecos, porque, al pasar el puesto de la Policía, enseguida, detrás de una puerta giratoria metálica de color negro, está el primer gendarme marroquí, a quien has de enseñar el pasaporte. Caminas unos metros para acercarte al puesto fronterizo marroquí y ahí es donde suele haber más embotellamientos. Cuando llegas al final, puede haber una cola de unas 30 personas que va mucho más lenta que en la parte española. De hecho, de vez en cuando miras atrás y vas viendo cómo cada vez va habiendo más gente de ti conforme vas avanzando. Durante esa espera, predomina el silencio, que se rompe de vez en cuando al escuchar sonidos que entremezclan el español y el rifeño. La gente que sale a Marruecos es melillense; los marroquíes no pueden entrar a la ciudad autónoma sin visado. Los gatos campan a sus anchas y pasan a tu lado mientras esperas tu turno. Finalmente, llegas al puesto fronterizo marroquí. Si eres musulmán, entrarás rápidamente y sin ningún problema. Si no lo eres, te preguntarán adónde vas, con quién, cuáles son tus planes y a qué te dedicas. Si respondes que eres periodista, la gendarmería marroquí cotejará tus datos en internet, posiblemente para asegurarse de que no has hecho nada que pueda incomodar a los mandamases. Con todo, tú reiteras una y otra vez que vas de turismo y no a trabajar, y en el 99 por ciento de los casos es verdad. Al cabo de unos minutos, que son más o menos dependiendo del día –porque en algunas ocasiones se reúnen más de una persona para estudiar tu caso–, te sellan el pasaporte. En realidad, los policías marroquíes son amables y te tratan bien. Nada más que están siguiendo instrucciones. Después de eso, tendrás que pasar dos controles más: uno de equipaje –si llevas– y otro justo antes de entrar en Beni Enzar por otra puerta giratoria –en este caso, azul–. Tres veces enseñas el pasaporte en total: una en la tierra de nadie, otra en la cabina marroquí y la última, justo antes de entrar en Marruecos. En total, según el día, si tienes suerte, se te habrá ido entre media hora y una. Al regresar a Melilla, pasas por los mismos controles, salvo que en orden inverso. Te harán preguntas idénticas, pero probablemente será todo más rápido. Como todo el mundo podrá comprender, el artículo no será firmado para evitar a quien escribe futuros problemas en la frontera cuando vaya a cruzar a Marruecos. El mundo de los taxis Lo de los taxis es un mundo aparte. Resulta chocante la primera vez que te montas en uno compartido en Beni Enzar para ir a Nador, con siete personas en total en el coche: cuatro detrás y dos en el asiento del copiloto, más el conductor. Si, por cualquier causa, el taxi no sale lleno o alguien se baja a medio camino, se puede subir a más gente que esté en la carretera. Durante el trayecto, pueden suceder cosas tan extravagantes como que tres chicas sentadas detrás vayan bailando con gran jolgorio y algarabía dentro del taxi la música que suena en el móvil, en una fiesta en la que el pasajero sentado junto al conductor esnifa unos polvos blancos. Seguir leyendo
Las tarifas que se muestran se aplican a las compras a través de la plataforma web de Kiosko y Más